A inicios de los años setenta las revista El Huinca y Fabián Leyes contaron entre sus colaboradores a Jésús Balbi, dibujante que había surgido en Hora Cero y Frontera junto a Durañona, José Muñoz y Lito Fernandez, entre otros. Tras estar alejado un tiempo de la historieta Balbi tuvo un paso por Columba a fines de los sesenta, colaboró como se ha dicho en las revista de Cielosur (incluyendo a TOP) y posteriormente lograría mayor continuidad en las publicaciones de Ediciones Record en los años ochenta.
Volviendo a sus trabajos en Cielosur hemos encontrado esta curiosidad que aquí mostramos: una versión abreviada de “La leyenda del Mojón”, cuya estrofa inicial quien más quien menos ha repetido alguna vez, aún sin saber a que obra pertenece: “Llovía torrencialmente/ y en la estancia del Mojón…”. Según datos tomados de una nota de Fernando Sanchez Zinny en La Nación, la citada poesía gauchesca alcanzó en su momento “una difusión inmensa hasta llegar a ser proverbial y casi fastidiosa por lo machacada”.
Su autor fue Juan Pedro López, poeta y payador uruguayo que vivió entre 1885 y 1945, discípulo de Gabino Ezeiza, de quien reiteró durante muchos años la dignidad y la pobreza, mientras vivía de escribir letras para piezas musicales de relativo éxito al calor de amistades intelectuales un poco lejanas. Su gran poema dio motivo hasta a una película interpretada por el cantor Enzo Valentino. Sin embargo, poca o ninguna fue la recompensa monetaria que obtuvo, y en sus últimos años debió payar en boliches de mala muerte para poder subsistir, siempre de acuerdo a la nota de Sanchez Zinny.
El tema es terrible: un hombre encuentra a su mujer con otro y la mata, junto con el amante. Entierra los cuerpos de modo que nadie los encuentra, y como muchos sabían de esa relación adúltera, en el pago se da por fugados a los desaparecidos. Años después, y ya viejo, el asesino relata la historia sin revelar quién la ha protagonizado. Su hijo está presente y aprueba el comportamiento del vengador; entonces el anciano no resiste más y confiesa. Reconoce haber sido él el ejecutor de ese acto de honor conyugal y recibe esta respuesta:“Hizo bien, tata querido,/ -gritó el hijo sin encono-,/ venga viejo: le perdono/ por lo tanto que ha sufrido:/ pero aura, tata, le pido/ que no la maldiga más,/ que si jue mala y audaz/ por mí perdónela, padre,/ que una madre siempre es madre,/ ¡déjala que duerma en paz!”
Respecto al trabajo de Balbi en estas ilustraciones el uso del blanco y negro evoca el estilo de José Montero Lacasa, un especialista en temas gauchescos que utilizaba la técnica del “scratchboard”, consistente en pintar zonas de negro sobre cartulina enyesada y luego raspar sobre la tinta para lograr medios tonos. Y una observación final: el anciano que aparece en la primera página ¿no tiene un cierto aire a Walt Whitman?